lunes, 31 de diciembre de 2012

más porqués



02 de octubre de 2012
   Los días van pasando y no hay respuesta. Yo no esperaba una respuesta inmediata, claro. Pero tampoco pensaba que se iba a dilatar tanto, y a medida que transcurre el tiempo, me voy poniendo más y más intranquila. Necesito saber algo, pero tampoco me atrevo a preguntar.
   Es en este intervalo cuando mi ex va un día a la oficina a pedirme dinero. Veinte euros.
-¿cómo se te ocurre venir a pedirme dinero a mí? No me pagas tu parte de los gastos de la casa, no has querido cambiarme el turno de disfrute y yo estoy pagando cuatrocientos euros de alquiler estado la casa vacía?¿cómo se te puede pasar siquiera por la cabeza que yo voy a darte dinero?
    Una escenita de lo más patética. Y encima en mi trabajo. Yo aparentemente me quedé muy tranquila. Muy orgullosa de no haber perdido los nervios ni gritado, qué es lo que más feliz le hubiera hecho a él, a más de sacarme el dinero, claro. Pero por dentro debió de afectarme más de lo que yo pensaba.
   Esa noche no pude dormir. Ni un minuto. Y por la mañana no era capaz de levantarme de la cama. No sé qué me pasaba. No lo sé. Pero era incapaz de levantarme. Un dolor horrible, parecido a lo que se siente cuando tienes una fiebre muy alta, por todo el cuerpo. Nadie sabrá nunca lo que me costó aquel día levantarme. Y arreglarme. Y salir de casa. Nadie sabe lo que me costó subir la cuesta que separa mi casa de mi oficina, que habitualmente tardo cinco minutos en recorrer. Ese día tardé media hora. Media hora eterna.
   Cuando por fin llego, le digo a mi interventor lo que me pasa. – Oye, no quiero darme da baja. Darme de baja significa para mi un fracaso,será una tontería, pero es así.- No me encuentro capaz de ponerme hoy en caja, me es imposible fijar mi atención en nada. Si te parece, me voy a poner fuera  y si me voy encontrando mejor me quedo, y si no, me voy a casa.
   No debí expresarme todo lo bien que debía, o quizás, dada mi habitual costumbre de quitarle hierro a las cosas y no dramatizar, no supe transmitir todo lo mal que me encontraba. El caso es que cuando fui a sentarme en le puesto de atención al público, mi interventor me dijo que no, que mañana. Yo comprendo que el hecho de que yo no esté en caja implica molestias para todos, incluido salir mucho más tarde de nuestra hora . Pero yo estaba fatal. Empecé a atender a los clientes y cada operación que hacía, la hacía mal. Me sentía peor a cada momento que pasaba.
   En eso, me llama un compañero y me cuenta que mi ex estuvo ayer allí a pedirle dinero, y que le habían tenido que dar 30 euros por compromiso. Yo, nada más colgar sentí que me moría. Yo no me he muerto nunca, evidentemente, pero estoy segura que la sensación debe ser lo más parecida a lo que yo sentía en ese momento. No entiendo por qué me tiene que afectar tanto ese tipo de cosas, cuando yo ya sé lo que hay, pero es así.

   Llamo a la seguridad social para pedir cita. No voy a tener más remedio que coger la baja. Cuando no se puede, no se puede, y hay que tener la honradez de reconocerlo. No hay citas para el mismo día y me dan para el día siguiente. Es una auténtica tortura tener que cuadrar la caja en mi estado, y no sólo la caja, también dispensador, cajeros, etc. Yo me encuentro cada vez peor y más y más incapaz de fijar la atención.
   Fue un error ir a trabajar ese día. El sufrimiento tan grandísimo que yo pasé, y por ende, todos los que me rodeaban, fue totalmente gratuito, pero genio y figura hasta la sepultura. Nunca me ha gustado faltar al trabajo, ni llegar tarde y lo que menos, darme de baja. A pesar de todo. Cómo decía el cantar del mio Cid “qué buen vasallo si tuviera un buen señor”.
   Cada vez que cojo vacaciones o tengo que ausentarme por alguna razón, indefectiblemente se me olvida dejarles a mis compañeros la llave de la caja, con el consiguiente trastorno. Pues mira por dónde, éste día, con lo malísima que estaba, me acordé y se la dejé a mi interventor. Ya veremos luego cómo fue malinterpretado ese gesto.
   Antes de irme, le digo ya de paso que por favor, llame a la dirección territorial, a recursos humanos o a dónde sea, a ver si le dicen algo de lo mío, porque le verdad es que me tienen en ascuas y estoy muy preocupada. No me parece normal que me den la callada por respuesta. Al menos que me digan algo.
   Poder quitarme la ropa y estirarme horizontalmente en la cama fue un alivio indescriptible. Me quedé dormida al poco tiempo y no me desperté hasta por la tarde, porque venía el profe de francés. Me sentía más descansada pero no bien en absoluto. Tengo como una especie de resaca y el dolor por todo el cuerpo, aunque ha disminuido, no ha desaparecido del todo. 
   Al día siguiente voy a por la baja. Le cuento a la doctora lo que me pasó y me dice que puede ser ansiedad. Yo reconozco que a mí lo de la ansiedad me toca un poco las narices. Me suena a bolero. Me gustaba más la expresión antigua de “ ataque de nervios”. Pero además, yo sinceramente no creo que fuera ansiedad. Evidentemente, yo no soy médico pero la verdad es que no me siento ansiosa por nada. Ni deprimida. No me siento deprimida en absoluto. Me siento triste, que no es lo mismo. Profunda y absolutamente triste, pero no deprimida.
   Me pregunta la doctora que qué causa pone para la baja. – Y yo que sé, eso tendrá que decirlo usted. Supongo que la pobre me lo preguntará porque como las bajas están tan vigiladas y las miran con lupa, según lo que pongas a lo mejor te ponen más problemas o menos. Pero esas cosas a mí siempre me han resultado ajenas. Jamas, en tantos años, he conseguido enterarme de como funcionan esas cosas. Si estoy enferma estoy enferma, y si no puedo trabajar, no puedo trabajar, me quiten lo que me quiten del sueldo o me hagan las inspecciones que me haga. De todas formas lo comprendo por todos los abusos que ha habido, y siempre pagan justos por pecadores.
   Me voy volando a la cita que tengo con el cirujano . No, no me he vuelto loca del todo y me ha dado por operarme como a Cher.Sólo es un problemilla que no tengo más remedio que solucionar aunque no me apetece nada, pero nada en absoluto meterme en un quirófano.
 Ya he consultado a uno, pero me cobra 5000 eur. Me parece una auténtica pasada, y además no los tengo. Así que voy a consultar a otro.
   Este me cobra 5800. Maravilloso. Me aterra operarme en la seguridad social, la verdad es que después de que se cargaran a mi padre por una negligencia, no me apetece nada, pero evidentemente, no me queda otro remedio. Mi seguro privado sólo me cubre en caso de cáncer, y afortunadamente, no lo es.
   Voy a llevar los papeles de la baja a mi oficina y me encuentro a mi interventor histérico. Dice que me ha hecho un montón de llamadas. Compruebo el móvil y es cierto, pero yo lo había apagado al entrar en consulta. Que no hacen más que llamarlo de la dt para que yo entrega la baja. Lo flipo. Que el hecho de haber entregado la llave antes de irme se considera "abandono del puesto de trabajo”. Yo, la verdad, es que no me altero lo más mínimo. Tengo la conciencia tan supertranquila, que me lo tomo a risa. Entre la noticia que me acaba de dar el médico y lo mal que me encuentro aún, las tonterías de la caja me parecen una pateleta de niño mimado.
   Lo que de verdad me preocupa es mi salud. No me encuentro nada bien. Tengo que hacer frente a un montón de problemas, de entre todos ellos la venta de la casa es el más urgente, y necesito encontrarme bien.
   Por cierto, le pregunto a mi interventor si le han dicho algo de recursos humanos. Me mira como no sabiendo si decírmelo o no. –Desembucha.
- que dicen que no contemplan ahora mismo ningún tipo de actuación de ese tipo. Que están completamente ocupados con las negociaciones de la fusión y que si me quiero ir que me vaya, pero con las manos vacías.
   Reconozco que fue un palo, pero un poco amortiguado por las circunstancias. Tengo tantas cosas en la cabeza que ésta, a pesar de ser tan importante, es sólo una de ellas. Además, tampoco esperaba gran cosa. Como mucho, que me hicieran una oferta ridícula que no podría aceptar, y ahí quedaría la cosa.
   Me voy a casa. Sólo quiero centrarme en ponerme bien y vender la casa.

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